Por María Del Rosario De La Fuente Hontañón.
Por Julio Talledo. 02 mayo, 2011.La respuesta de los científicos es unánime: la vida humana comienza con la fecundación, cuando se unen el óvulo y el espermatozoide. No hay duda científica de que el embrión unicelular es distinto de la madre, no es una parte de ella; tiene un programa genético propio, específicamente humano, por tanto: la nueva vida es humana. Si el ADN diseña un ser humano, se le debe defender desde su concepción, se puede decir que estamos frente a un caso de “autogobierno biológico”. El profesor Jérôme Lejeune, en su libro “¿Qué es el embrión humano?”, hacía notar que la misma existencia del método FIVET demuestra la autonomía intrínseca del embrión -no completa autosuficiencia o autarquía, que tampoco tiene el recién nacido- para iniciar y continuar el desarrollo del proyecto inmediato contenido en el genotipo. Tal autonomía hace posible reproducir en un tubo de vidrio el proceso que naturalmente tiene lugar en un “tubo de carne”.
Recientemente, en Italia, directivos de las clínicas de ginecología de cuatro universidades romanas, Tor Vergata, La Sapienza, Cattolica y Campus Biomédico, emitieron un informe que reivindica que se legalice el derecho al auxilio médico a los fetos que emergen, supervivientes, después de un aborto, ya que “un neonato viable debe ser tratado como cualquier persona en peligro”. En el Hospital Mayor de Bolonia, Italia, ingresó una niña que se resistió al aborto, con el diagnostico de la falta de los glóbulos oculares. Los padres decidieron el feticidio -éste es su nombre correcto y no el eufemístico: “interrupción del embarazo”- pero la niña llegó al mundo con fuerza y los médicos se excedieron en protegerla y salvaguardar su existencia, a pesar del artículo 7 de la Ley 194 y frente a la opinión del Consejo Superior de Sanidad, según el cual debía morir.
Los padres rechazaron a la criatura y fue dada en adopción. Según la madre adoptiva, “la criatura es maravillosa, llena de vida y cambia el corazón de cualquiera que la conozca”. La niña, sobreviviente al aborto, nació con 562 gr de peso y a los veinte meses pesaba ya ocho Kg. Ha sobrevivido, pero es invidente. En el Reino Unido, con más de 40 años de abortos, se ha iniciado una campaña de sensibilización humana bajo el eslogan: “Vivo y pataleando”, que critica que se deje agonizar a criaturas que han sobrevivido al aborto. Según la investigación oficial de CEMACH (Centre for Maternal and Child Enquiries), en Inglaterra prorrumpieron al mundo con vida, al menos sesenta y seis criaturas abortadas, pero se las dejó morir.
La medicina y el derecho son preventivos. Los médicos siguen teniendo claro que trabajan para salvar vidas, no para matarlas. El derecho tiene el carácter tuitivo y protector de la persona y la sociedad en la que vive. En el Derecho peruano, un contrato de prácticas abortivas, en principio, es nulo de pleno derecho, en virtud del artículo V del Título preliminar, que establece: “es nulo el acto jurídico contrario a las leyes que interesan al orden público y a las buenas costumbres”. Un contrato de aborto -no lo olvidemos-, cuyo objeto es matar a un ser humano en fase intrauterina, atenta contra las buenas costumbres, porque no hay nada más contrario a éstas que el hecho de que una mujer, con voluntad homicida, dé muerte al hijo de sus entrañas, elimine a un ser humano inocente e indefenso.
Las decisiones, personales y sociales, acerca de la maternidad y paternidad, dependen de valores éticos. Debemos luchar por mantenernos orientados en una constante dirección de apoyo a la vida humana, en defensa de su carácter sagrado. La sociedad debe proteger a todo embrión, porque el derecho inalienable a la vida de todo individuo humano desde su concepción es un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación. El Estado debe poner toda su fuerza al servicio de los derechos de todos y en particular de los más débiles, entre los que están los concebidos y aún no nacidos, en caso contrario quedan amenazados los fundamentos mismos de un Estado de derecho. Nos corresponde a todos reflexionar y evitar que se continúen legalizando prácticas que atentan contra la vida, que convierten al embrión humano en el esclavo de los tiempos modernos, hay que lograr que deje de ser considerado un daño, un agresor y un enemigo para la madre.
* Profesora. Facultad de Derecho. Universidad de Piura. Artículo publicado en el diario El Tiempo, jueves 24 de marzo de 2011.